1, 2, 3… hermanos y hermanas
Pasar de un hijo a más altera la dinámica de la familia. En esta redistribución de roles, pronto cada uno hallará su lugar. Desde el intervalo entre los nacimientos hasta las relaciones entre hermanos, la aventura de tener varios hijos siempre ha encantado a los humanos.
Tener hijos seguidos: revolución del Neolítico
¿Cuándo es el momento para tener el segundo hijo?, se cuestionan los padres modernos. No hay una respuesta definitiva, los psicólogos responde manera dispar: cuando el primero tiene 18 meses; cuando el primero tiene 3 años; cuando el primero tiene seis años… Cada uno toma en cuenta consideraciones del desarrollo psicológico del primogénito.
Sin embargo, los padres tienen sus propias razones cuando deciden sumar un miembro a la familia, sus deseos y sus limitaciones. El equilibrio familiar es complejo y no puede basarse en el momento supuestamente ideal del desarrollo del primer hijo. Hay muchas variables en juego, hasta la situación económica de la familia. Si existiera un momento “perfecto” para aumentar la familia, se sabría ¿no? Posiblemente el mejor momento para traer el segundo retoño es ¡el momento en que uno quiere!
De todas formas, es un asunto que ha planteado dificultades desde hace millones de años. Aparentemente los primeros humanos nómadas lograron mantener los nacimientos relativamente espaciados. Traer al mundo un nuevo miembro, cuando el primero todavía no tenía autonomía, tomaba el pecho y dependía de la madre para transportarlo, podía representar un desastre para el grupo, o un peligro para la sobrevivencia del primogénito.
Entre los grandes simios, la dependencia de las crías es prolongada, el intervalo entre nacimientos es de cuatro a ocho años. Una revolución del Neolítico, junto con la sedentarización y la agricultura, fue la llegada precoz del segundo hijo. Las mujeres comenzaron a tener hijos cada 2 años o menos. El cultivo de cereales y la cocción facilitaron preparar papillas y destetar antes a los bebés. Las madres dejaron de desplazarse varios kilómetros cargando con el niño a sus espaldas para la recolección. Al establecerse en el mismo sitio, podían cuidar de varios hijos al mismo tiempo.
Parecería que éste último nunca ha llegado a olvidar que el pequeño intruso que ya se deja notar viene para robarle algo, aunque ya no se trata de su sustento, sino de la exclusividad de los cuidados de la madre.
Relación entre hermanos: expectativas y realidad
La relación pacífica de hermanos y hermanas es el gran sueño de los padres. Los dos pequeños serán compañeros de juegos, cómplices, y más tarde, aliados de por vida.
Ahora bien, por nuestra propia carne, ¿qué se ha hecho realidad de este sueño ideal? ¿Qué relaciones tenemos con nuestros hermanos en la edad adulta? Todo dependerá de nuestra historia familiar, el carácter cada quién, relaciones complejas, pero en las cuales a menudo se hallará las dos facetas esenciales de la relación fraternal: rivalidad y solidaridad. "No hay mejor amigo que un hermano, no hay peor enemigo que un hermano", dice un proverbio indio.
La tradición judeocristiana refleja parte de esta visión. Según la Biblia, el primer crimen del mundo es un fratricidio. Caín mata a Abel porque no soporta que prefieran la ofrenda de su hermano. Para el hermano mayor, un segundo nacimiento representa el ingreso en la familia de un aliado seguro, pero también de un rival.
La ambivalencia del sentimiento fraternal está presente en la mayoría de los mitos y cuentos que tratan sobre la relación entre hermanos. La solidaridad permite a los hermanos y hermanas escapar de peligros extremos: Pulgarcito salva a todos sus hermanos del ogro.
También, la relación fraternal puede encarnar el ideal de la relación humana ("libertad, igualdad, fraternidad") pero "que todos los hombres sean hermanos, es el sueño de la gente que no tiene hermanos" observó un periodista francés del siglo XIX…
¡Los padres desempeñan un papel crucial en los asuntos de celos entre hermanos! Si bien los celos entre los hijos son inevitables, son los padres quienes tienen que atajarlos, y sobre todo no dramatizarlos. Los padres deben ser mediadores para poder conciliar las diferencias de sus hijos cuando sea necesario que intervengan.
Cuando nos escandalizamos por la actitud de un niño pequeño respecto a sus hermanos y exclamamos: "¡Pero si es tu hermano!" o "¡Cómo puedes hacerle esto a tu hermana!", está claro que reaccionamos ingenuamente. Precisamente es por su relación como hermanos lo que ha provocado que uno haya roto el juguete del otro, lo ha empujado demasiado fuerte en el columpio… Independientemente del afecto que comparten, no existen niños que no tengan sentimientos opuestos respecto a su hermano o su hermana…
¡Criar a varios hijos no es tarea fácil para los humanos!
Dos hijos pequeños son motivo de alegrías, pero también un desafío diario. No es por nada que las madres monas a menudo tienen un solo hijo. Si bien hay otros mamíferos cuyas hembras tienen múltiples crías a la vez, lo cierto es que se adaptan más rápido. Por ejemplo, los cachorros aprenden rápidamente a arreglárselas solos. O los pájaros no se permiten demasiados afectos: dan el bocado a las crías que tienen el pico más abierto ¡y no tienen reparos en empujarlos fuera del nido! En resumen, los humanos es la especie con el "proceso de cría" de los retoños más largo y costoso.
A pesar de esto, repiten. La norma en Occidente es tener al menos dos hijos en promedio. Aunque las familias numerosas ya no son lo habitual, se les mira con un cierto respeto. Pero ¿cómo se las arreglará? Nos preguntamos cuando vemos a una madre seguida de cuatro, cinco hijos. Y a una se le hace una montaña lograr que sus dos retoños vayan aseados, estén bien educados, no sean demasiado peleones y se acuesten a horas fijas …
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