Competencias del bebé y de la madre: hechos para entenderse
Las primeras experiencias sensibles del bebé se dan en el interior del útero, de modo que, cuando llega al mundo, el recién nacido concentra una extraña mezcla de inmadurez y competencia. Un poco como tú, ¿no? Entre la capacidad relacional del pequeño y la hipersensibilidad de la madre, debería haber un terreno de entendimiento.
Un bebé inmaduro pero igual de ruidoso que un motor diesel
El bebé humano es el mamífero que nace más "prematuramente", es decir, con unas capacidades motrices muy limitadas en relación con las de sus primos del reino animal. No puede hacer nada solo, salvo gritar fuerte, cosa que hace muy bien. Este nacimiento algo prematuro es una concesión que la naturaleza se ha visto obligada a hacer debido al voluminoso perímetro craneal del feto y el tamaño de la pelvis femenina: si el bebé continuara su formación en el útero, el tamaño de su cabeza le impediría salir al exterior. Así pues, lo recibimos mucho antes de haber completado su maduración cerebral, en un estado de dependencia total frente a su entorno.
El gran reto del recién nacido es mantener el contacto con su entorno para asegurarse un cuidado vital. Nuestros bebés no saben que no hace falta que luchen mucho para sobrevivir en un universo benevolente y favorable en el que su llegada ha sido deseada y esperada. Su primer reflejo, ancestral, es el de "hacerse notar", en ocasiones con una energía que sorprende hasta a sus padres.
Primeros reflejos y primer encuentro con papá
El bebé no sólo sabe gritar; algunos inician una existencia muy somnolienta, con momentos tranquilos y pocos lloros. El bebé llega al mundo con una historia muy sensible a sus espaldas, rica en relaciones con una persona en particular; esta persona, como habrás podido adivinar, eres tú, su madre, a quien el niño conoce desde hace meses. En las primeras semanas de embarazo, las fases en vilo de tu bebé eran más numerosas y prolongadas, momento que aprovechaba para activar ciertos reflejos vitales que iban a ayudarle a sobrevivir tras el nacimiento: la succión, la deglución y la orientación. En el útero, el bebé explora su primer universo y empieza a orientarse en función de los estímulos recibidos. Por ello, tras el nacimiento, girará la cabeza y la vista hacia el alimento que se le presenta, e incluso subirá hasta el pecho si le dejamos sobre el vientre de la madre.
El recién nacido está extraordinariamente despierto durante las dos primeras horas posteriores a su nacimiento. Lamentablemente, las madres no suelen tener ocasión de observarlo, ya que en la mayoría de casos el niño pasa rápido a manos del personal hospitalario para realizarle los primeros cuidados y revisiones.
Todavía hoy es el feliz y atónito padre quien, inclinado sobre la incubadora, puede observar los divertidos movimientos de nadador sin agua de su hijo e intercambiar con él unas primeras miradas en las que la madre no puede participar. ¿Cómo saber quién está más sorprendido: el recién nacido o el nuevo padre? Es un misterio... Finalmente, el bebé se pondrá a dormir, para recuperarse de todo el esfuerzo y de todas las cosas extraordinarias vividas en estas primeras horas. En cuanto al padre, a pesar del cansancio y las vivencias de estas horas, tendrá más dificultades para conciliar el sueño, o no...
Un recién nacido sensible a su entorno
En las últimas décadas, ha crecido el interés por las competencias del recién nacido, que no dejan de sorprender a los científicos. Sin embargo, este interés ha suscitado oposición y polémica: existe el debate entre los que dicen que el bebé es capaz de interactuar inmediatamente con su entorno y quienes afirman que el bebé vive aislado en su universo, protegido de los estímulos del mundo exterior. La observación de las reacciones del bebé en el útero sugiere la primera hipótesis. Tú misma lo has podido comprobar con la comunicación establecida en varios días entre tu bebé y tú.
La asimilación de la sensibilidad del recién nacido ha permitido adaptar mejor su llegada al mundo en los hospitales, con la intención de favorecer la interacción entre madre e hijo.
Primeros intercambios y sonrisas
Y en cuanto a ti, ¿qué sucede? Los observadores están de acuerdo en que la madre necesita uno o dos días de descanso para reponerse del intenso cansancio, momento en que confía la salud física del bebé al personal hospitalario encargado de su cuidado. Al principio, la madre puede no sentirse del todo competente... ¿Cómo cogerlo con ese aspecto tan frágil y con esa cabeza que se mueve para todas partes? ¿Cómo hablar a una cosita que acabas de conocer? Sin embargo, la relación con el niño se materializa rápidamente: la madre le mira, le toca y le habla de una forma muy particular, mientras que el niño, reaccionando a todo lo que viene de ella, desarrolla un sistema de comunicación singular. La mirada es esencial en esta comunicación no oral. El bebé oscila entre momentos de inatención, en los que su mirada flota en el vacío, y momentos en los que se concentra sobre la boca y los ojos de la madre. ¿No te da la impresión a veces de que tu hijo está realmente "en otro mundo
"El bebé no existe..."
Con esta frase, el gran psiquiatra infantil inglés Winnicott explicaba que el bebé forma parte siempre de una pareja, la que forma con su madre o la persona que se encarga de él. La integración progresiva de su ser depende básicamente de esta relación, gracias a la cual se desarrolla. Por suerte, en la mayoría de casos, la madre atraviesa, desde la recta final del embarazo hasta varias semanas después, una fase que Winnicott denomina "preocupación maternal primaria": un estado de repliegue e hipersensibilidad que la hace particularmente receptiva a las necesidades de su bebé. ¡No le interesa otra cosa que no sea su pequeñín! Las madres no suelen acordarse de este estado de fusión cuando salen de él; todo se olvida, como las noches en vela, los días cortados y la vida suspendida sobre una cuna. Esta atención particular le ofrece al bebé el apoyo necesario (incluso en sentido físico, porque se trata de que la madre le preste al niño todos los cuidados necesarios) para desarrollarse: la seguridad absoluta que el niño necesita y reclama desde el primer día a grito pelado...
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