Las aventuras del regreso a casa
Los altibajos en la vida de una madre que acaba de volver a casa empiezan con un periodo intenso y lleno de sentimientos opuestos. Sin haberse recuperado del shock del parto y desorientada por las desconcertantes exigencias del recién nacido, la madre necesita un tiempo de adaptación, sobre todo cuando se trata del primer bebé. Pero, ¿realmente dispone de dicho tiempo?
La estancia en el hospital es breve en la mayoría de casos, y uno se siente despachada a casa con un sentimiento de inexperiencia prácticamente total. Tras el parto, la madre duerme a ratos, despertada por el bebé, la enfermera del turno de noche, la auxiliar del turno de día, a la hora del baño o la visita de padres, abuelos, amigos, cuñados y demás. Tampoco tiene muchas alternativas... Entre el cansancio y la excitación, la madre se pasa el día aturdida.
¡ATENCIÓN, AHORA TE TOCA TOMAR LAS RIENDAS! Puede que nada suceda como tenías previsto, pero eso ya hace unos días que lo sabes... Desde las primeras contracciones, te diste cuenta de que ibas a tener que lidiar con los imprevistos, lo nuevo y lo inesperado, y que ibas a tener que adaptarte a ello muy rápidamente.
Altibajos constantes
Para empezar, no estás en la mejor forma, te cansas estando de pie y no te quieres ni mirar al espejo: no eres ni tú durante el embarazo ni tú antes del embarazo... Pero si el niño ha nacido bien, ¿dónde estás tú, entonces? Flotando en algún lugar entre el antes y el después del embarazo. Ahora que te habías acostumbrado a estar embarazada, te toca adaptarte a tu papel de madre. Paciencia.
En nuestra sociedad, la nueva recién mamá no tiene realmente derecho a un periodo de transición. No hay rituales de paso ni cámaras de descompresión que te ayuden a poner los pies en el suelo de forma segura. Al contrario, estando trastornada física y psicológicamente, se te pide que asegures todos los frentes. Tienes dos opciones: empezar a cargar de golpe con la imagen de madre que se te ha asignado sin consultarte, o bien convertirte poco a poco en madre a tu manera y no como la gente de tu entorno espera.
En otros lugares, no te faltarían mimos: díselo a quienes te rodean
En muchas culturas, las madres jóvenes no se ven sometidas al mismo régimen que tú: se las mima, se cuida de sus niños, se les prohíbe hacer ciertas cosas... ES NECESARIO QUE DESCANSEN.
Los indios mixtecos de la región mexicana de Oaxaca, por ejemplo, no dejan que la madre haga ningún esfuerzo durante los primeros 20-40 días después del parto. Consideran que, al dar a luz, se pierde el "calor" que tenía durante el embarazo (comparan el vientre materno con una olla en la que se cuece el niño). Por lo tanto, la madre debe tener cuidado con el frío para no "enfriarse" más. Por ello, no debe barrer, coser o lavar la ropa: el viento provocado por la escoba, igual que las agujas y el agua, se consideran elementos "fríos".
La madre debe nutrirse con alimentos muy calientes (caldo de pollo, torta de maíz bien asada...) y evitar los "fríos": frijoles, aguacates, frutas ácidas… Finalmente, y siempre con la idea de devolverle el calor y fortalecerla, se le da un baño de vapor cada tres días: "el baño de cocimiento". La mujer "encargada del baño" frota suavemente con hojas el cuerpo de la joven mamá, que se mantiene de pie entre el vapor abrasador.
Cuando el vapor pierde intensidad, la madre toma un momento en brazos a su bebé: mientras ella le habla para tranquilizarle, la encargada del baño le pasa las hojas por todo el cuerpo. Se trata, tanto para el niño como para la madre, de un ritual de transición que les prepara para entrar más fuertes en la comunidad tras el periodo transitorio.
Tú no pidas tanto. Puede que los baños de vapor sean excesivos, pero que te dejen recuperarte y que te prohíban ocuparte de la ropa o de pasar el aspirador no está nada mal.
Una leona en potencia...
Para tu entorno, la cosa no es tan complicada: eres joven, tienes un niño maravilloso y la gente te felicita todo el día. Sonríe, muéstrate adorable y ofrece una merienda por la tarde a tus familiares y amigos sin dudar. La gente no sabe que, en este mismo instante, tu hipófisis mantiene en tu cuerpo un alto nivel de hormonas implicadas en lo que los especialistas denominan "la agresión lactacional", que te convierte en una loba, una leona, una tigresa, es decir, una madre a la defensiva, dotada de un fuerte impulso por proteger a su pequeño y cargada de hostilidad hacia los otros. Quizá de ahí surge ese fondo de irascibilidad que te provoca unas ganas de morder horribles cuando ves a la gente moverse alrededor de la cuna. Te contienes porque eres educada, pero hacia el final del día no te queda más remedio que mostrar la puerta de salida enseñando los colmillos y rugiendo un poco.
…provista de un cachorro que no para de rugir
¿Y qué hay de tu pequeño cachorro? Sientes que estás ante el inicio de una gran historia que los tiene a ambos como protagonistas. Sin embargo, con el paso de las horas, te das cuenta de que la vida juntos no es tan tranquila como habías imaginado estando embarazada. De hecho, tu imaginación no fue más allá de un muñeco en un mundo de suaves nubes y ahora te encuentras con un bebé de 50 cm y 3,5 kg imprevisible, ruidoso, incomprensible e inagotable. Un cosita de tamaño minúsculo (más de lo que hubieras podido pensar), pero que conlleva unas responsabilidades enormes. En definitiva, ¡un bebé!
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